jueves, 16 de mayo de 2013

JUANITA LA LARGA - Juan Valera




- Pues mira, Juanita -contestó don Ramón-: yo digo que no, porque no quiero ser cómplice de tu locura y porque un pagaré firmado por ti, que eres menor de edad, no vale un pitoche.

- El pagaré, aunque apenas tengo aún veinte años, valdría tanto como si yo tuviera treinta. Nunca he faltado a mi palabra hablada: menos faltaré a mi palabra escrita. Para cumplir el compromiso que contrajese, me vendería yo si no tuviese dinero.

A don Ramón se le encandilaron algo los ojos, a pesar de que doña Encarnación estaba presente, y dejó escapar estas palabras:

- Si tú te vendieses, aunque en el lugar son casi todos pobres, yo no dudo de que tendrías ocho mil reales; pero yo no quiero que tú te vendas.

- Ni yo tampoco -replicó la muchacha-. Lo dije por decir. Fue una ponderación. Los bienes de mi madre son míos: ella me quiere con toda su alma y hará por mí los mayores sacrificios. No dude usted, pues, de que dentro de seis meses tendrá los ocho mil reales que ahora me preste, sin necesidad de que yo me venda para pagárselos. [...]

- Está bien. No hay más que hablar -dijo don Ramón.

Y yendo a su escritorio, redactó los dos documentos en un periquete. En el pagaré se comprometía Juanita a pagar, en el término de seis meses, la cantidad de diez mil reales.

- Ya ves mi moderación -dijo el tendero murciano al presentar a la muchacha el documento para que lo firmase-. Me limito a cobrarte sólo un 25 por 100, a pesar del peligro que corro de quedarme sin mi dinero, porque, a despecho de todos tus buenos propósitos, no tengas un ochavo dentro de los seis meses y tengamos que renovar el pagaré, lo cual traería grandísimos perjuicios.

- Ya lo creo -dijo doña Encarnación-; como que ahora andamos engolfados en negocios tan productivos, que ganamos un ciento al año. Créeme, Juanita; prestándoete los ocho mil reales nos exponemos a quedarme sin ellos y además a perder otro veinticinco por ciento, o sea otros dos mil reales, que hubiéramos ganado dando a los ocho mil más lucrativo empleo; pero en fin, ¿qué ha de hacer? Mi señor esposo pierde la chaveta cuando ve un palmito como el suyo.

SINOPSIS

Juanita la Larga narra un tema clásico, el amor entre un hombre y una joven que se enfrentan a las adversidades para defender su amor. Recrea Valera un ambiente arcádico, forjado con sus recuerdos de adolescencia y juventud, con una mezcla de lenguaje culto y coloquial que hace amenísima su lectura. Villalegre, identificada por la crítica con las poblaciones de la infancia y juventud de Valera, Cabra o Doña Mencía, es un paraíso, con ciertas limitaciones como el cacique, el respeto por el orden social establecido o el qué dirán. En la novela tienen cabida elementos de todas las tendencias narrativas del siglo XIX, con preponderancia del humor (bajo la forma de la ironía, la sorna o el sarcasmo, según qué personajes y situaciones), en una obra idílica, alegre como ninguna otra del autor, sin el menor dejo de amargura, y la más verídica en cuanto a emociones, en el contexto de la vida rural que ningún escritor realista pudo realizar. Juanita la Larga respetó, sobre todos los demás, el único precepto, no sujeto a épocas, al que se adscribió Valera sin reservas: la novela debe ser independiente de toda ideología o directriz intelectual, para que conserve en toda su pureza su naturaleza de obra de arte autónoma, es decir, el arte por el arte, tan perfectamente definido y desarrollado en la obra crítica de Valera, un autor que cultivó con acierto todos los géneros narrativos. 


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