martes, 8 de julio de 2014

MITOLOGÍA DE NUEVA YORK - Vanessa Montfort


Vamos ahora al caso de Wanda. Ella es una mnemonista. Esto quiere decir que su memoria no tiene límites mensurables. Es capaz de memorizar tablas enteras, incluso listas de palabras sin sentido o hacer una relación completa de cómo han cambiado los precios en tres años con la subida de los impuestos incluida. Si hubiera ido a la Facultad de Matemáticas de Princeton podría haber utilizado su capacidad para las ciencias puras y haber sido un cerebro de la estadística o quizás elaborar intrincadas teorías matemáticas. En lugar de eso vive en el basurero de Wards, donde un día la encontraron tirada unos funcionarios que descargaban un camión de desechos industriales, alcoholizada por su incapacidad de olvidar. Su memoria prodigiosa y el tener presente el más exiguo detalle de su pasado la habían condenado a una infelicidad inquebrantable.
 
Wanda fue matrona y debió abrir los ojos al mundo a un diez por ciento de la población de Queens. Una vez me confesó que su recuerdo más oscuro era el llanto de un bebé mientras su madre se desangraba sin remedio sobre una mesa de operaciones. Un llanto rabioso que aún podía escuchar maldiciendo la vida a la que acababa de llegar con toda nitidez, con sus cadencias, sus pliegues y sus hipos, al tiempo que absorbía sediento las últimas gotas de aquella otra vida de la que aún colgaba como una tripa sanguinolenta. Estoy convencido de que Wanda sería capaz de reconocer los llantos de cada uno de los niños que ayudó a nacer huérfanos y descifrar lo que gritaron al mundo por primera vez. Su terror. Su culpa. Su desconsuelo. Su desesperación al rasgar la guarida líquida y querida de la placenta. Ya inservible. Ya muerta.
 
Cuando hace unos cuantos años Barry supo por un comentario de Ronald la existencia de Wanda, se empeñó en conocerla. Después de un breve encuentro en el mismo basurero donde la habían encontrado y de donde se negaba a salir, se le ocurrió encargarle catalogar todos los residuos que entraban en el arrabal y proporcionarle una caseta. Gracias a ello salió del alcohol, pero no del basurero. Desde entonces su inmensa memoria archiva todo lo que entra, sale o se quema en su jurisdicción. Cada vertido puede ser una prueba. Todo aquello de lo que nos deshacemos es un indicio. Barry siempre le toma el pelo y le dice que, en lugar de tener compartimentos estancos, tiene contenedores estancos. Pero lo que ahora Wanda tiene es una vida y considera lo que antes era su tara, un trabajo y una ciencia.

SINOPSIS


«Solo te pido una oportunidad. Esta es una apuesta a una sola mano. Si la gano yo, si logro convencerte a tiempo, no leerás una página concreta de este libro. Pero déjame jugar todas mis cartas y con mis reglas.»Así comienza a contarnos su historia Daniel Rogers, un jugador infiltrado por la policía de Nueva York en el mundo de las apuestas ilegales para investigar los macabros asesinatos de Los Hijos del Azar, una sanguinaria organización que se juega la vida de sus víctimas a los naipes. Pero los acontecimientos darán un giro inesperado cuando se cruce en su camino Laura, una pintora sin éxito llegada a Nueva York desde algún lugar de Europa con la necesidad de vivir una aventura en la Gran Manzana que cambie su vida para siempre. Entre ellos nacerá una extraña atracción cuando descubran que sus destinos están unidos por Mitología de Nueva York, una novela de asesinatos que parece estar reproduciéndose en el mundo real. A través de ese misterioso libro y con la ayuda de una serie de personajes fascinantes, comenzará una carrera vertiginosa, de intriga en intriga, para averiguar la identidad de los asesinos. Un peligroso juego donde los límites entre la ficción y la realidad amenazarán con quebrarse para siempre.

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